De todas las cosas que hago, escribir es la que me produce más placer. Es una costumbre que tengo desde muy pequeño y que tuve la suerte de poder pulir con la ayuda de buenos maestros. Obviamente, los libros fueron uno de ellos, pero también soy crítico de la afirmación de que la lectura nos mejora la redacción y la ortografía.
Leer no te enseña a escribir
No cabe duda de que la lectura es de gran ayuda, pero mejorar en la escritura no requiere solo de leer. En especial en los tiempos que corren, leer mucho puede llevarnos a quedar empantanados en los malos ejemplos, después explicaré por qué.
Durante toda mi vida tuve que acostumbrarme a ciertos lugares comunes acerca de la escritura, uno de ellos era esa idea de que si leías mucho, mejoraría tu redacción. Este tipo de ideas son engañosas, pues contienen algo de verdad al mismo tiempo que son excesivamente dogmáticas. De este modo, una persona que lee mucho puede estar convencida de escribir bien y no hacerlo en absoluto. Para escribir bien es necesario practicar y dedicarse deliberadamente a mejorar.
Las enseñanzas morales de la escritura
Para mí, el ejercicio de escribir partió como un simple medio y terminó convirtiéndose en un fin. Cuando estaba en mi primer año de universidad, tuve que estudiar ortografía y expresión escrita. Lo odiaba. Me parecía algo simplón, para niños tontos, pero lo cierto es que no era capaz de cumplir con los requisitos del ramo y tuve que repetirlo una vez. Lo que sucedía es que no quería aceptar que era un ignorante en el tema y creía que no se justificaba la tremenda exigencia del profesor, puesto que como leía mucho definitivamente tenía que saber escribir bien.
La mayoría de las personas no ven el desafío del estudio como una oportunidad para mejorar. Yo pensaba que la escritura era simplemente una forma de poner mis ideas en un papel. Por lo tanto, los «detalles técnicos» tenían que ser irrelevantes. En realidad yo quería que fueran irrelevantes porque no los manejaba y hacerlo requería mucho trabajo. Tropiezo tras tropiezo, aprendí y cultivé la humildad necesaria para aprender. También comencé a valorar la exigencia y los ejercicios repetitivos del profesor.

Después de eso entendí dos cosas: la primera es que escribir no es algo que se hace de una vez. Ya sea que se esté redactando un libro o un artículo, escribir es corregir. Mientras más se revise, se relea y se corrija, mejor será el texto. Lo segundo, es que escribir es un fin en sí mismo, pues para hacerlo bien se requiere humildad. Escribir es una forma de vernos desde afuera. Nos permite criticarnos y entender que las cosas no son inmediatas, que los errores siempre estarán ahí y que no hay nadie que sea infalible. Si hay algo interesante de los seres humanos, es que podemos obtener grandes lecciones morales de las acciones más pueriles y así me había sucedido a mí.
Vender no dice nada acerca de la calidad
Si han llegado hasta este punto de mi nota, sin duda estarán escépticos respecto de lo que digo. Yo también lo fui cuando hubo personas (muy pocas, quizás una o dos) que me dijeron lo que yo explico ahora. Ese escepticismo se fundamenta en que hay mucha gente que no es tan estricta con lo que escribe y que consigue no solo que lo publiquen, sino además vender una tonelada de libros.
Yo, la verdad, no soy un escritor propiamente tal. Escribo mucho y corrijo más, pero lo hago para mí y no para los demás. En algún momento escribí en periódicos, pero creo que su trabajo tiende más a la degradación del lenguaje que a su fortalecimiento. Jamás he escrito un libro y mucho menos he logrado vender mis palabras, a excepción de ese momento en las páginas de opinión.
Aún así, escribir no tiene por qué ser un negocio y hacerlo bien no tiene por qué relacionarse con ganar dinero. Al igual que cuando vemos en la escritura un medio y no un fin, no queremos aceptar que la venta de libros solo nos habla de eso. Los consumidores pueden responder a muchos estímulos y no necesariamente a la calidad de la redacción. Esto es un hecho evidente, toda vez que las personas compran los libros antes de leerlos y no después.
El gran desfase de internet
Lo que sí es cierto es que internet creó una brecha que me parece muy interesante que tendrá grandes efectos en nuestro futuro (no necesariamente positivos) y que no todos han notado de la forma correcta. Es precisamente por esa brecha que yo siempre digo que vivimos preocupados porque los niños no leen, cuando el verdadero desastre es que no escriben. Al menos no deliberadamente.
Hace años que tenía esta intuición, pero como siempre, alguien más viejo y sabio que yo ya había dado con ella. En los años setenta, el escritor estadounidense William K. Zinsser publicó On Writing Well, una obra que me cautivó desde que leí su introducción. Lo hizo porque compartía mis propias conclusiones acerca de escribir. Insistía mucho en la corrección y sobre todo en la simplicidad, que es otro de los elementos que la escritura puede enseñarnos.

Cuando escribimos nos comunicamos. Puede que lo hagamos con otras personas en lo inmediato, con nosotros mismos o, algo propio de la humanidad, con gente que aún no ha nacido. Por lo mismo, escribir debería ser una tarea que busque la máxima economía, con tal de llegar a la máxima claridad. Zinsser entiende que esto se aplica a la escritura de no ficción y a la comunicación social, toda vez que en la ficción y también en la poesía, este principio se aplica de formas diferentes. De ahí que entonces la simpleza en la redacción se pueda entender como escribir con la intención de darnos a entender.
Cuando hablamos debería suceder algo parecido, pero el discurso hablado tiene la complejidad de que es imposible corregir. Esa es, en mi opinión, la superioridad del lenguaje escrito. Este hecho es fundamental para entender la gran brecha que ha producido internet.
Antes de los computadores personales y de internet, nos dice Zinsser, escribir era algo que las personas solo hacían si lo deseaban. Efectivamente, debían escribir a mano, pero lo hacían solo si tenían que llenar un formulario o firmar un documento. Solo las personas que se dedicaban a las letras escribían deliberadamente. Esto implicaba que una persona podía pasarse toda su vida sin escribir y, por lo mismo, sin mejorar su escritura. Como los que escribían eran menos y pasaban por una fuerte enseñanza no solo de su idioma, sino también de otros idiomas vivos y muertos, la redacción era una habilidad de altísimo nivel.
¿Qué sucedió con internet? Pues que la mayoría de las personas pasaron de inmediato a escribir gran parte del día. Primero los correos electrónicos, luego las páginas web, las redes sociales y al final los sistemas de mensajería instantánea nos han forzado a estar constantemente redactando, pero sin la preparación previa de las generaciones anteriores. El efecto es el evidente, todos creen que saben escribir bien, pero lo cierto es que en realidad escriben como hablan: escriben como creen que se escribe. El lenguaje hablado informal llenó por completo todos los espacios del lenguaje escrito, ya que este no era una habilidad instalada. Entonces, la grandilocuencia, la oscuridad, la arrogancia y la falta de simpleza y humildad se han vuelto las características más típicas de lo escrito en nuestro presente.
Es cierto que hoy escribe mucha más gente que antes, pero la verdad es que no hay una práctica deliberada de la escritura. Por lo tanto, no hay una mejoría considerable. Como yo al inicio de la universidad, la mayoría considera que la escritura es solo un medio. De ahí que la efectividad de la comunicación en los tiempos de la globalización sea tan baja, tanto que debemos ver a redes sociales como Twitter, convertirse en la fuente de masificación del odio y la intolerancia.
Los riesgos de esto no son pocos. A veces da la impresión de que las redes sociales están cumpliendo un rol muy parecido al de la radio y el cine a principios de siglo XX. Todos sabemos que fueron esas las herramientas del fascismo para hacer de la propaganda algo fatal. Esperemos que no sigamos esa misma ruta de ignorancia, superficialidad e insensibilidad.


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