Redes sociales y lenguaje apocalíptico

Hace ya tiempo que estoy adoptando una política personal de aislamiento. Con el pasar de los años, y más ahora que he podido experimentar la sensación contraria, mi animadversión hacia las redes sociales crece sin parar. No es solo con ellas, sino que también con los medios de comunicación tradicionales, los que se han transformado debido a la irrupción de las primeras, llegando a convertirse en poco más que su caja de resonancia. No es mi intención moralizar excesivamente, pero tengo mis propias apreciaciones respecto de por qué le han hecho un tremendo mal a la sociedad. Hoy, de todos modos, solo quiero hablar de uno de esos aspectos.

La ética de la eficiencia

Aunque es cierto que hemos sido muy lentos a la hora de afrontar el calentamiento global, también lo es que nuestra propia ignorancia científica nos ha condicionado a actuar así. Lo interesante es que jamás hubo una dedicación concreta a aplicar el discurso de la eficiencia. Quienes defienden al capitalismo suelen dedicarse a defender una posición cerrada respecto del consumo de los recursos. Creen que debemos seguir consumiendo combustibles fósiles y que debemos seguir consumiendo materiales y produciendo basura como siempre lo hemos hecho. Esa posición me resulta inconsistente por varios motivos, pero principalmente por dos: el primero es que el capitalismo no tiene una relación esencialista con ningún tipo de fuente energética. De lo contrario, todavía estaríamos usando aceite de ballena para iluminarnos. El segundo está en estrecha relación con el primero, pues lo que es propio del capitalismo es la movilidad del capital hacia aquellas actividades que le permiten reproducirse. En este sentido, quien defienda al capitalismo no solo defiende esa capacidad de adaptación a los vaivenes del mercado, sino a la innovación fruto de la creatividad humana.

El segundo motivo se relaciona con la eficiencia, que es el punto fundamental de mi argumentación. La mayoría de los candidatos y políticos de la derecha que yo denomino «posmoderna», tienden a utilizar argumentos que niegan la realidad de fenómenos como el del calentamiento global. Ese tipo de estrategia retórica es débil porque implicaría una certeza que en realidad no se tiene. Incluso si quienes defienden la tesis del calentamiento global antropogénico estuvieran equivocados, lo cierto es que es muy difícil saberlo y por lo mismo, contarían con el beneficio de que las medidas que fomentan se basan en la posibilidad del peor escenario posible. Lo correcto es que el calentamiento global, los cambios climáticos, las alteraciones de la naturaleza por la acción del hombre y otros fenómenos, son sumamente complejos y escapan a la mente de un ciudadano de a pie. Sin embargo, eso no implica que debamos olvidarnos del asunto de los recursos y del impacto de la explotación de los mismos. Sea como sea, con calentamiento global o no, es más que deseable que todos los individuos sean progresivamente más eficientes en el uso de los recursos. Asimismo, el avance de la innovación tecnológica y los intentos por integrarla en la producción de energías limpias es algo totalmente previsible. De ahí que no solo el problema trata del calentamiento global, sino de lo que sería moral desde la perspectiva del propio capitalismo. Una sociedad que se estanca en la producción de un solo tipo de energía y que no busca las formas de superar sus propias limitaciones, es lo que quienes defienden el capitalismo llaman «una sociedad subdesarrollada» e imagino que ese no es el ideal que persiguen.

Lenguaje apocalíptico y superficialidad de las redes

La concentración en el problema general del cambio climático ha sido algo negativo. Hasta ahora, puedo leer artículos en muchísimas partes sobre el calentamiento global y sus efectos. Muchos de los articulistas son personas que se la pasan hablando de lo mal que le hacen nuestras formas de vida al planeta. En primera instancia estoy de acuerdo con ellos, solo que noto en ese tono moralizante una de las costumbres más negativas de la lógica de las redes sociales. Hablar desde una posición apocalíptica no ayuda mucho a la solución del problema. Esa forma de escribir puede estar pensada con el objetivo de crear conciencia, pero me tomo la libertad de sospechar frente a eso. En general, lo que yo puedo ver es el esfuerzo sistemático por alcanzar más lectores. Los autores de esos artículos pueden argumentar que la forma en que el algoritmo funciona los obliga a hacer eso para conseguir crear conciencia, pero lo cierto es que si debemos cambiar nuestros hábitos, son precisamente costumbres como esa por las que deberíamos comenzar.

El Greco. Visión del Apocalipsis. 1614

Este lenguaje apocalíptico es totalmente inútil. Por años, nuestra ignorancia acerca del tema nos llevó a tener un lenguaje bastante más cauto y eso, evidentemente, retrasó nuestra reacción. Aun así, pasado cierto límite, se nos ha bombardeado con tanta información deprimente que las reacciones distan de ser positivas. Grandes cantidades de personas se muestran agobiadas y con ansiedad debido a nuestra inminente extinción, así como también muchos de ellos han adquirido un discurso nihilista en el que ya no vale la pena luchar contra algo que no se puede detener. He ahí el peor de los errores, pues sea como sea, debemos actuar y cambiar nuestros hábitos. Ni siquiera debemos hacerlo para salvar el planeta, sino que debemos hacerlo porque es correcto. Aun si el calentamiento global fuese una mentira, reducir la contaminación del aire nos sería agradable y positivo, ¿por qué entonces dejar de intentarlo?

Las redes sociales, que hoy parecen dominarlo todo, no solo amplifican esta tonalidad negativa. También podemos ver que multiplican la supuesta conciencia y la preocupación, sin redundar en nada más concreto. Esta sensación de compromiso serio que se deriva de la economía de la atención es parte del fenómeno de la superficialización. Muchas de las personas que más hablan en redes sociales acerca de cuidar el medioambiente no realizan ninguna acción concreta en favor de su conservación. Es más, muchas de ellas pueden publicar su consternación por lo que sucede y unos minutos después son capaces de dirigirse a sus seguidores anunciando que jamás renunciarían a una comodidad adquirida hace poco y que representa un tremendo gasto energético. Ese conformismo superficial es el que lleva a las personas a desentenderse del problema, ya que siempre el responsable definitivo será otro. Dudo que de esa forma lleguemos a la solución de nuestros problemas, pero de lo que sí estoy convencido es de que solemos cumplir las profecías que nos hacemos y que si seguiremos hablándonos del apocalipsis en vez de realizar acciones concretas, terminaremos teniendo exactamente lo que pedimos a gritos.

Imagen principal: Pedro Campos. Hot Day IV

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